domingo, 14 de julio de 2013

La vida es así

Algunos prefieren ver las cosas como a través de un tubo. Sin contexto.

Si la culpa de su desgracia la tienen los pobres y ellos son mayoría, ¿en dónde queda la responsabilidad del resto de la sociedad? Se supone que un conglomerado social es un conjunto de seres humanos compartiendo un territorio con sus riquezas y también sus desventajas. Se supone, además, que para compartir ese pedazo de tierra se han puesto de acuerdo en determinadas normas de conducta y han establecido los sistemas que les permitan convivir en armonía y dentro de un juego de valores. Eso, se supone.

Pero hay quienes creen sinceramente que los pobres viven en la miseria porque así lo escogieron. Porque son unos vagos sin iniciativa y sus mujeres son unas promiscuas irredentas incapaces de controlar su instinto reproductivo. Esta línea de pensamiento no es una exageración; de hecho, brota a cada paso en variados comentarios sobre la realidad nacional y la pobreza en corrillos formales e informales.

Algo similar sucede ante el espectáculo de una juventud desquiciada, volcada a la criminalidad extrema desde temprana edad y sin más perspectiva que ir a parar a los centros carcelarios. Es culpa de esos niños y jóvenes -opinan algunos- el estilo de vida que han elegido para desgracia de toda la sociedad. Al mismo tiempo y sin mayor reflexión sobre su incidencia en el fenómeno, se pretende cerrar los ojos ante la mala calidad de la educación, la falta de seguridad alimentaria durante los primeros años de vida, la degradación del ambiente que les rodea desde la más temprana infancia, la desaparición progresiva de los centros educativos gratuitos y especializados en la enseñanza de técnicas y oficios, la falta de oportunidades de empleo y la violencia en el seno de sus hogares.

La sociedad no es más que el reflejo de cada uno de sus miembros, se quiera o no. Por lo cual, existe una responsabilidad compartida en el estado de cosas que parecen relevantes desde la perspectiva del desarrollo, pero también en las que colocan a un país a la zaga de sus vecinos. En el continente latinoamericano existe por fin una coincidencia democrática firme y bien establecida, después de haber atravesado por una racha de regímenes dictatoriales que lo desgastó política y socialmente. Entonces no hay muchas excusas para no saber cuales son los motivos por los que existen los grandes abismos de miseria. Cualquiera tiene acceso a la historia y abundan los estudios sobre el tema.

La situación de la mujer con su cauda de inequidad, racismo, exclusión y violencia en su contra, es también una consecuencia de ese devenir histórico que nos ha marcado a todos. Por eso resulta patética la simplificación de las causas de su marginación y de su situación precaria. Afirmar que una madre de 5 hijos que vive en la más absoluta pobreza es culpable de sus desventuras, es el colmo de la ignorancia, por no calificarlo de maldad. Para ver la realidad en toda su enorme complejidad hay que sacudirse los prejuicios y estereotipos que contaminan la visión y tener la mínima sensibilidad de ponerse por un minuto en el lugar de quienes nada tienen. Al fin y al cabo, ellos son –lo queramos o no- nuestros compañeros de viaje.
(Publicado el 29/04/2013)

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