domingo, 14 de julio de 2013

Amor al prójimo

El viento arrastra a las nubes, pero ellas ocultarán al sol en donde vayan.

El escenario de lucha en la sociedad moderna nada tiene que ver con los viejos conflictos que se dirimían a punta de bayoneta. Hoy los recursos de comunicación han planteado un escenario complejo y diverso que exige nuevas estrategias y propone distintas metodologías para enfrentar y resolver las diferencias. Sin embargo, algunas de las antiguas tácticas de guerra permanecen incólumes, tales como la descalificación moral o el ataque directo a la integridad física de un enemigo a quien se teme.

La ambición por el poder, en contraposición con los increíbles avances en la tecnología de la información, no ha cambiado ni un ápice a lo largo de los siglos. Todo lo contrario, se potencia a sí misma de manera exponencial hasta llegar a niveles nunca antes vistos, con capacidad de influir en decisiones de Estado a partir de intereses particulares, como se observa en algunos conflictos bélicos basados en privilegios de industrias estratégicas como el petróleo, la minería o la agro industria.

Esa influencia, expresada en el campo político, fortalece ese maridaje ideal capaz de transformar a las sociedades en instrumento de consumo y acumulación de bienes materiales para unos pocos, en desmedro de grandes masas pauperizadas cuyo peso muerto es un freno determinante para el desarrollo de los países que funcionan bajo esa norma.

En el segmento de planeta que toca a América Latina –occidental y sur- esto se ha experimentado de manera palpable. Fue en este inmenso territorio en donde se concentraron todas las ideologías y se han ensayado todos los sistemas orientados a convertirla en un proveedor de mano de obra barata y materia prima para los países desarrollados. Este continente de inmensas riquezas naturales, culturales y étnicas, fue primero el patio de ejercicios de los dos mayores contrincantes políticos del siglo pasado y, por consiguiente, el mayor reducto de la guerra fría liderada por la nación más rica y poderosa del mundo bajo la bandera de la democracia y la libertad. El resultado, profundas divisiones y una creciente polarización social.

El amor al prójimo, uno de los valores fundamentales de todas las doctrinas religiosas y del verdadero humanismo, ha sido la primera víctima de esa deconstrucción del concepto de democracia. Este pilar de armonía e igualdad de los pueblos que han conquistado la paz en base al respeto por los derechos humanos es hoy un lujo raro, transformado en herramienta de relaciones públicas y recurso de imagen corporativa o política que no concuerda con su verdadera esencia valórica.

El respeto por la vida humana ha perdido, por ende, la supremacía como derecho indiscutible de toda persona para pasar a ser un elemento más en el juego de poderes, en el campo de batalla e incluso en el debate jurídico. Lo que ha quedado de los grandes movimientos de reinvindicación de la auténtica independencia de nuestros países es un rescoldo de odios que ha opacado por completo el verdadero sentido de solidaridad, los mismos que alguna vez propiciaron los grandes avances en educación, salud y desarrollo de políticas orientadas a eliminar las inequidades que nos encadenan al subdesarrollo.
(Publicado el 22/04/2013)

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