domingo, 14 de julio de 2013

El negocio de la salud

La visión mercantilista de la salud es un vicio político.

Pocos negocios hay tan productivos como los relacionados con la salud. Desde el proceso de investigación de nuevas fórmulas hasta el producto puesto en el anaquel de una farmacia, la cadena resulta una auténtica mina de oro para quienes están involucrados. ¿Algún problema con eso? Claro que sí: la vida de quienes dependen de ese comercio.

En Guatemala y en otros países en desarrollo, la medicina es un lujo que pocos pueden costearse. De hecho, muchas personas mueren por ese motivo y dado que el porcentaje de población beneficiado por el seguro social es irrisorio, este país es uno de los más afectados por la falta de cobertura en salud, tanto desde el punto de vista cuantitativo como de la calidad de los servicios.

Por ello resulta contradictorio el hecho de marginar a las organizaciones que colaboran en la atención de pacientes con enfermedades tan graves y costosas como la insuficiencia renal crónica. Esto sucede actualmente con la Fundación Amor, la cual durante los últimos 12 años ha provisto de tratamiento de hemodiálisis a cientos de pacientes a un costo mínimo comparado con lo que cobra cualquier hospital por el mismo servicio. Esta fundación ha prestado apoyo y ha trabajado en conjunto con la Unidad Nacional del Enfermo Renal Crónico, Unaerc, la cual ha visto cómo cada año su presupuesto se ha ido volviendo más y más insuficiente para atender a sus miles de pacientes.

Las personas que viven con enfermedad renal crónica no son las únicas en sufrir las consecuencias de la visión materialista y poco solidaria en el sector de salud pública. Por el mismo calvario pasan los enfermos de sida, de cáncer, los que sufren enfermedades cardiovasculares y todos quienes dependen de servicios de salud eficientes y oportunos para sobrevivir a sus dolencias. Por ello resulta obvio que en tanto los criterios para administrar estos servicios pasen por el tamiz de la política con énfasis en la priorización de intereses particulares, el sector salud continuará apareciendo en los indicadores como uno de los menos eficientes de la región y la población guatemalteca como una de las más abandonadas en lo referente a este tema.

Quienes toman las decisiones de alto nivel no parecen tomar en cuenta a las personas a quienes afectan. Por lo menos los enfermos renales se han organizado para protestar y hacer oir su voz, pero hay otros afectados a quienes nadie les hace caso ¿qué pasa con las personas que llegan a morir por una infección prevenible o por un parto mal atendido? ¿Qué hay de los accidentados que llegan a los hospitales para ser enviados de regreso por falta de material para curaciones? ¿Y la falta de medicinas? ¿Y la contaminación nosocomial?

Lo importante, entonces, no es a quién adjudicarle los contratos para compra de insumos sino revisar los procedimientos con visión de nación, pensando en las personas que con sus impuestos pagan por los servicios y, por ello, tienen todo el derecho a exigirlos. Además, aunque no parezca estar en la mente de los burócratas, esto de la salud es un asunto de derechos humanos.
(Publicado el 18/03/2013)

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