jueves, 9 de abril de 2009

Capacidad de Respuesta

(A publicar el 13/04/2009) Guatemala es un país vulnerable no sólo por sus debilidades políticas, sino también por sus características geológicas. A esta breve escala entre actividades que solemos llamar pomposamente “vacaciones de verano” le debemos el tiempo para pensar en otras cosas, porque aparte de quienes dedican estas fechas a observar los ritos tradicionales o se afanan por llenar playas hasta el límite de su capacidad y a sufrir con afán masoquista el tráfico en las carreteras, estamos quienes tuvimos la genial idea de quedarnos en casa disfrutando de una ciudad más tranquila y un aire más puro, entre temblor y temblor. Esto último fue lo que me dio pie para pensar sobre los sistemas de emergencia en la eventualidad de que los modestos movimientos tectónicos perceptibles desde el sábado 4 de abril terminaran en un auténtico terremoto. Y esto no es la macabra predicción de una mente exaltada sino la realidad simple y llana de un territorio rodeado de algunas de las fallas más activas del mundo, situado en pleno cinturón de fuego. Lo primero, es la total ausencia de educación respecto a los procedimientos y técnicas de seguridad necesarios para enfrentar una emergencia de grandes proporciones, dirigida a la población en general, la cual obviamente actuará como le dicte su mejor criterio sin una coordinación capaz de reducir el impacto de una catástrofe en cuanto a pérdidas humanas y materiales. La infraestructura tampoco ayuda. Hace algunas semanas se publicó un reportaje sobre las condiciones actuales de los grandes puentes que cruzan los barrancos alrededor de la capital. En esa investigación quedó claro cómo los especialistas habían recomendado, desde hace ya muchos años, ciertos procedimientos de control, evaluación y reforzamiento de sus estructuras, trabajos que jamás se hicieron. Las consecuencias de esa negligencia podrían representar el aislamiento de extensas zonas de la ciudad -en algunos casos ni siquiera hay rutas alternas- sumando a ello el posible colapso de esos puentes de intenso tráfico. Otro caso de estudio son las normas de construcción de grandes edificios. En Guatemala son escasas las edificaciones de gran capacidad que cumplen con el requisito fundamental de contar con sistemas y salidas de emergencia. Esto no sólo se observa en torres de oficinas y apartamentos sino también en discotecas, cines y centros comerciales, en los cuales un incendio o un terremoto podría costar innecesariamente la vida de cientos de personas. La capacidad de respuesta de un sistema nacional empieza por la creación de una red eficaz y de amplia difusión. ¿Dónde está la nuestra?

El Perro y las Salchichas

(Publicado el 06/04/2009) El problema con los privilegios para los funcionarios, es que ellos no saben controlar su adicción al poder. Libertad para obtener cuantas municiones deseen, del calibre que sea, para utilizar armas de cualquier tipo porque ellos son funcionarios o ex funcionarios de Estado, es la última de las increíbles movidas de los flamantes legisladores. En este país agobiado por la violencia criminal y política –porque no pretendan ahora afirmar que los ataques a la doctora Gladys Monterroso o al periodista Rolando Santiz fueron delincuencia común- es un insulto más a la sensibilidad de la población que los diputados jueguen a los vaqueros con un tema de tal trascendencia. La exención de requisitos y limitaciones en la adquisición de armas y municiones para los representantes del pueblo en el Congreso de la República no es ilegal -porque para ello los propios legisladores redactaron la ley- pero sí es una decisión que resta legitimidad a su actuación y genera muchas dudas sobre sus intenciones. El mensaje enviado a la sociedad, pero sobre todo a la juventud, es muy claro. La medida expresa un total escepticismo respecto a una recuperación de los valores y la estabilidad institucional, les dice cuán importante es para ellos su seguridad personal y cuán poco les importa la del resto de la población. Les echa en cara su poder para obtener privilegios mientras prohiben a sus conciudadanos aquello de lo cual gozan sin restricciones. Echando una mirada en retrospectiva, analizando la reputación, los actos delictivos, los nexos con el narcotráfico y la orgía de corrupción en la cual se ha desarrollado la actividad legislativa durante los últimos veinte años, da pánico pensar en los alcances de este libertinaje, el que inevitablemente hace reflexionar sobre lo aventurado que es colocar al perro al cuidado de la salchichonería. En una sociedad que pierde valores y esperanza de manera dramática, la conducta de estos funcionarios da vergüenza. Lo menos que podría esperarse de ellos es un mínimo espíritu de solidaridad con quienes dependen de sus acciones en el máximo organismo representativo del sistema democrático. Una actitud responsable y seria daría pie a comenzar a reconstruir a esta sociedad dividida entre su deseo de continuar la lucha por un sistema equitativo y justo, y un instinto de supervivencia primario que empieza a hacerles añorar una administración de mano dura. Lo que hoy sucede en Guatemala ha alcanzado niveles nunca vistos, ni siquiera cuando los esbirros de Romeo Lucas y sus cómplices salían a eliminar ciudadanos a mansalva. Si esto no es suficiente para despertar la conciencia de los diputados, entonces ¿qué se requiere para lograrlo?

La Gota

(Publicado el 04/04/2009) Es un decir: la gota que rebalsó el vaso. Pero, de hecho, son chorros cada día y el vaso no se rebalsa. Ayer fue un viernes de dolores, de luto, de protesta y mucha indignación. El desfile de los huelgueros no hizo más que darle color a la rabia y a la impotencia de la gente, mientras en las altas esferas la reacción a los sucesos de la semana se reduce a unos leves ajustes aquí y allá –cambio del director de Presidios, intento de interpelar al ministro Gándara, si mucho- para dar la impresión de que la incapacidad se ha convertido repentinamente en eficiencia. Entre las medidas de seguridad, la suspensión del permiso de salida de los presos. No, no es broma. Hay permisos especiales para los reclusos de las cárceles y habría que ser muy ingenua para ignorar cómo la mayoría de ellos aprovecha ese privilegio para violar la ley. Las declaraciones de los funcionarios van poniéndose más extravagantes a medida que sienten la presión de la sociedad, hastiada de violencia. Aún a pesar de encontrarse rodeados por burócratas lambiscones y mentirosos, no pueden evitar enterarse de los sucesos del mundo real, por lo cual terminan pergeñando excusas para salir del paso. Entre ellas, sobresale la gran novedad de que el crimen organizado tiene más recursos y elementos mejor equipados que los de la PNC, a pesar de que el flamante ministro de Gobernación asegura que con los policías actuales basta para hacer frente a la tarea y confía en capturar al Smiley para regresar a Guatemala a su estado normal. El tono de los crímenes cometidos a diario y en abundancia –su extrema crueldad y la selección de sus víctimas- hace sospechar la existencia de un plan. Pero no el supuesto plan “desestabilizador” al que hacen referencia todos los presidentes cuando se sienten abrumados por su propia incapacidad, el cual se fraguaría para debilitar al gobierno. En este caso, el plan es contra la sociedad, contra sus instituciones, contra la psiquis colectiva, contra el tejido social cuya cohesión constituye una amenaza para la supervivencia de los poderes fácticos. Hoy no corren rumores ni se elaboran conjeturas ajenas a la realidad. Todo lo que un ciudadano pueda imaginar de corrupto y torcido, existe entre sus autoridades. En el momento que vivimos, las cosas empiezan a perfilarse más claramente y cuando se menciona la existencia de grupos armados clandestinos conectados con instituciones del Estado, nadie se sorprende de un hecho que ya forma parte de su entorno. El problema es que ya se acaba el tiempo y a los genios de la retórica que gobiernan el país también se les acaban las excusas. Lo que se está jugando es la vida de personas buenas, inocentes, trabajadoras y productivas, algo que no se puede decir de quienes tienen en sus manos el poder de decisión sobre el futuro de todos.

Derechos Humanos

(Publicado el 30/03/2009) Los derechos humanos son las condiciones inherentes a la persona que le permiten integrarse a la sociedad de manera digna. Es muy preocupante observar la expedita divulgación de estereotipos, probablemente porque es más fácil evitar el trabajo de analizar el trasfondo de las cosas o, quizás, por conceder una explicación fácil a las frustraciones propias y de las mayorías. Esto sucede cada vez que se menciona al Procurador de los Derechos Humanos. Con total falta de sensibilidad y empatía, en estos días es posible observar cómo la mayoría repite: “quizás ahora que atacaron a su esposa se deje de defender a mareros y criminales”. La creación de esta figura tan controversial surgió después del conflicto armado y Guatemala fue el primer país en el cual se estableció como orden constitucional, junto con el Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Constitucionalidad. Su función primordial es defender la construcción y la vigencia de un auténtico estado de derecho, así como vigilar que en Guatemala, uno de los países emblemáticos por su historia de violación de los derechos humanos, éstos se respeten. Las obligaciones del ombudsman guatemalteco no se limitan a velar por el respeto a los derechos humanos de las personas correctas y decentes que viven dentro del marco de la ley. También incluyen vigilar que no se repitan los abusos que llevaron a Guatemala a convertirse en uno de los países más violentos del mundo, con más de 200 mil víctimas inocentes en un conflicto más estratégico que político, en el cual no sólo ciettas instituciones del Estado se dedicaron a eliminar selectivamente a los líderes populares, sino también abrieron las puertas a la intervención de gobiernos extranjeros. Los mareros, aunque usted no lo crea, no merecen el exterminio sin oportunidad de un juicio justo. Ellos han encontrado la única vía para sobrevivir e integrarse a algo en un país que les ha vedado todas las oportunidades de desarrollo, cuyos índices de corrupción son vergonzosos y su nivel de oferta educativa para las mayorías es uno de los más bajos del continente. La población tolera que la representen en el Congreso individuos como Chinchilla o Manolito Castillo, pero rechaza enfáticamente el trabajo del Procurador para evitar la proliferación de escuadrones de la muerte. Ve con impasible conformidad cómo los diputados –entre los cuales los hay corruptos, abusivos, violentos y adictos al poder- se recetan una exención de la licencia para portar armas, pasando descaradamente por encima del artículo de la Constitución que establece la igualdad ante la ley para todos los guatemaltecos, sin excepciones. Y permite que los fondos estatales –destinados a salud, seguridad, educación, alimentación y vivienda- sean saqueados por vividores En contraste con el discurso tibio y ambiguo de estos funcionarios, el informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Guatemala señala claramente la participación directa o indirecta de agentes estatales en ejecuciones extrajudiciales, asesinatos de reclusos en las cárceles y operativos de limpieza social, y señala que los índices de violencia para un país oficialmente sin guerra, están entre los más altos del mundo.

Perplejos y estupefactos

(Publicado el 28/03/2009) Las declaraciones oficiales sobre la violencia han dejado a la población con una abrumadora sensación de incredulidad. La rotunda afirmación de que “el Smiley”, un jovencito de 18 años, ha sido el único responsable de la jornada de violencia del martes pasado, parece una broma siniestra del ministro de Gobernación. Sin embargo, no lo es. De hecho, la actitud y las palabras del Presidente y de su ministro han dado la impresión de una absoluta falta de información y no responden a las exigencias de la población, cuya demanda de tomar medidas inmediatas está subiendo de tono. En contraste con el discurso tibio y ambiguo de estos funcionarios, el informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Guatemala señala claramente la participación directa o indirecta de agentes estatales en ejecuciones extrajudiciales, asesinatos de reclusos en las cárceles y operativos de limpieza social, y señala que los índices de violencia para un país oficialmente sin guerra, están entre los más altos del mundo. En este escenario, con un aparato de justicia incapaz de contribuir de manera expedita a la resolución de casos y totalmente permeable a la corrupción, resulta incongruente pedir la prolongación del mandato de la CICIG, dado que las investigaciones de este ente continuarán estrellándose contra un muro de impunidad infranqueable. La realidad es difícil de creer y aún más difícil de aceptar. La cifra de muertos aumenta, el temor de la población crece por extorsiones, asaltos, violaciones, secuestros y asesinatos con muestras de extrema crueldad, mientras políticos y autoridades aún discuten sobre la necesidad de un plan de seguridad que debería existir desde hace ya muchos años y el cual debió implementarse en los inicios de la actual administración, ya que fue su tema de campaña. Después de transferir casi 300 millones de su presupuesto a otras dependencias con el argumento de que no los necesita, y luego de sus inaceptables declaraciones sobre el origen de los sucesos de violencia del martes pasado –el Smiley-, es incomprensible que el titular de Gobernación siga en el cargo. Incapaz de establecer el orden en las prisiones, desde donde se gestan los peores actos delictivos, y sin la capacidad de gestión para invertir los fondos de ese ministerio en la adquisición de equipo y la contratación y capacitación de personal, recursos indispensables para hacer frente a la criminalidad, nada tiene que hacer allí. Echar la culpa a gobiernos pasados ya no es excusa. Tanto el Presidente como sus allegados han tenido incidencia durante años en la política local y suficiente tiempo para preparar un plan efectivo.

La nueva era

(Publicado el 23/03/2009) No existe una cifra exacta para determinar cuántas niñas, niños y adolescentes participan en asesinatos y otros delitos. La niñez es la etapa más peligrosa del desarrollo. Aún cuando la mayoría de niñas y niños nunca han sido seres privilegiados, en la actualidad parecen haber descendido a lo más bajo de la escala de prioridades. Su estado de dependencia los convierte en víctimas ideales de pandilleros y criminales sofisticados, en esclavos de madres y padres violentos o explotadores, en instrumento de manipulación para políticos venales, en argumento dilatorio para gobernantes y en un jugoso bien de intercambio para traficantes. En estos días se debate un tema trascendental que podría representar un cambio de estatus jurídico para este sector de la población. Están por un lado quienes pretenden tratar como adultos a los menores de edad cuando estén involucrados en delitos graves, y por otro se encuentran quienes propugnan por mantener el sistema actual, el cual los deja al margen de la responsabilidad penal. El problema no es menor. Muchos niños y adolescentes participan ya activamente en actos de fuerte impacto como asesinatos, extorsiones y trasiego de drogas, lo cual responde a una estrategia muy astuta de las mafias para detener la acción de la justicia, amparándose justamente en la inimputabilidad de niños y adolescentes. Sin embargo, esta maniobra no sólo impacta en las estadísticas del crimen, sino también y muy fuertemente en las perspectivas de desarrollo de estas nuevas generaciones y, por lógica, en las del país entero. Ya es grotesca la manera como la niñez convive con la violencia y pierde la sensibilidad ante la muerte. En cada suceso de sangre es normal ver a niñas y niños observando el levantamiento de cadáveres, enterándose de primera mano de los detalles más escabrosos y escuchando a sus padres comentar esta realidad como algo normal. Pero no sólo participan como espectadores, también como víctimas. Las cifras de niñas, niños y adolescentes asesinados a sangre fría empiezan a competir ya con las del femicidio. ¿Qué va a suceder con esta sociedad en las próximas décadas? Una generación familiarizada a tal punto con el crimen y la sangre pierde de manera irreversible la sensibilidad ante el dolor, cualidad que conforma la esencia de lo humano. Esto no está reservado sólo a la niñez pobre. Quienes pertenecen a las clases más acomodadas lo viven también -aunque de manera diferente- rodeados de armas, guardaespaldas, sistemas de seguridad, videojuegos hiperrealistas, violencia en el hogar y experiencias traumáticas. Estos escenarios definen de manera irreversible un cambio en las reglas del juego social, porque lo que para las generaciones de antes estaba reservado al ámbito de la guerra y las películas de acción, es ahora el ambiente cotidiano de sus descendientes.