domingo, 17 de abril de 2011

¿Y si fuera en Guatemala?

Es imposible dejar de pensar qué sucedería a la hora de un terremoto.

Después del terremoto que devastó una enorme región del sur de Chile, muchos comenzamos a elucubrar sobre las posibles consecuencias, para Guatemala, de producirse aquí un cataclismo de esa magnitud. Ahora que está sucediendo en Japón y vemos en directo las imágenes aterradoras de la destrucción, resulta imposible no repetir el ejercicio mental y emitir algunos pronósticos en base a la realidad de este país.

En primer lugar, la red de servicios básicos y de salud no tiene la preparación ni los recursos para enfrentar una emergencia catastrófica y la prueba de ello es que cuando ocurre uno de los frecuentes accidentes viales con decenas de víctimas, sus instalaciones se ven sobrepasadas y su personal resulta insuficiente para resolver la crisis de manera eficaz.

De hecho, la infraestructura sanitaria ya se está viendo rebasada en su capacidad con el índice de muertes causadas por la violencia, no digamos si de pronto el país sufriera un daño tan extenso como el provocado por una cadena de sismos de gran intensidad.

Luego, los servicios básicos están congelados en el siglo pasado. El agua potable ya no es potable por las filtraciones en su sistema de distribución y la falta de recursos en las plantas de tratamiento. La energía eléctrica depende de una red de torres ubicadas en terrenos muy vulnerables a inundaciones y deslizamientos de tierra y el gas y otros combustibles se encuentran almacenados en plantas distantes en un país cuyo sistema de carreteras es sensible a cualquier fenómeno natural. A esto debemos añadir que los colectores de la capital no han recibido el mantenimiento adecuado y constituyen una trampa mortal para los vecinos de la urbe central.

En cuanto a la infraestructura estatal, comercial, industrial y de vivienda, es importante recalcar que muchos de los edificios han sido construidos sin controles estrictos en las estructuras, el calibre del hierro y las mezclas de material. Esto los convierte en tumbas potenciales para sus habitantes o usuarios, una situación derivada de la corrupción en las entidades encargadas de fiscalizar la aplicación estricta de las normas de construcción cuando éstas existen, ya que en muchos casos ni siquiera han sido elaboradas.

Guatemala, como país de terremotos, debería contar con un sistema de alarma y éste ser alimentado por una red de sensores de actividad sísmica como el existente en Japón y otros países vulnerables a esta clase de fenómenos. Las entidades responsables por la seguridad y la atención de desastres deberían funcionar de manera coordinada, contar con vehículos apropiados –empezando por una flotilla aérea- para esta clase de eventos, los cuales por lo general ocasionan más muertes por deficiencias en la atención posterior al desastre que por el desastre mismo. Por el bien de la población, esperemos que las autoridades empiecen a tomarse en serio esta amenaza.

14.03.2011

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