domingo, 17 de abril de 2011

¿Amas de casa?

Cabeza o señora de la casa o familia. Criada principal de una casa (DRAE)

Detesto las ambigüedades porque representan una forma de expresión hipócrita y de doble sentido. Ocultan las verdaderas intenciones y pretenden ser el lenguaje políticamente correcto, la fórmula obligatoria de las comunidades humanas civilizadas. El uso cotidiano de algunas de estas fórmulas institucionalizan los estereotipos al punto de convertirlos en verdades absolutas que no ameritan revisión alguna. Esto sucede con la denominación “ama de casa”, tan común que casi ni reparamos en ella.

Esto me ha venido rondando la mente desde hace mucho tiempo, porque constituye una simplificación casi despectiva del complejo trabajo y la enorme responsabilidad de las mujeres que dedican su vida a administrar el hogar y educar a sus hijos. Esta manera de encasillar a la mujer en una frase que no describe prácticamente nada e incluso se usa como sinónimo de “sin profesión” o “desempleada” pasa por un rasero el amplio cúmulo de especialidades desarrolladas por las mujeres en el desempeño de una de las labores más delicadas y trascendentales en la construcción de una sociedad funcional.

El verdadero título de lo que comúnmente llamamos ama de casa debería ser administradora del hogar. Y una buena administradora del hogar tiene, entre sus múltiples habilidades, una experiencia demostrada en economía doméstica, puericultura, psicología, resolución de conflictos, manejo del estrés, nutrición, medicina, carpintería y el conocimiento suficiente de ciencias políticas, matemáticas, lenguaje e historia como para asistir a sus hijos en las tareas escolares.

¿Alguien opina que el tema es irrelevante? Pues no lo es. El aporte de las mujeres desde su posición no remunerada en el hogar tiene un impacto real en la economía de los países, en términos del PIB, así como una fuerte repercusión en el desarrollo social de las comunidades, las cuales dependen del cuidado y la formación de los futuros ciudadanos durante sus primeros años de vida.

Relegar a este contingente de trabajadoras incansables a una clasificación ambigua que niega sus méritos es una de las peores características de las sociedades regidas por códigos patriarcales. Tal ha sido la subestimación de este segmento que incluso ellas mismas, ante la pregunta de si trabajan, dicen: “no, soy ama de casa” aceptando de manera tácita la minusvaloración de su gran esfuerzo.

Una de las conquistas políticas más elevantes de la administración presidencial de Michelle Bachelet en Chile fue el reconocimiento económico del trabajo doméstico de las mujeres dedicadas a la administración del hogar. Este fue un hito histórico que, por supuesto, tardará muchos años en replicarse en otros países de la región. Sin embargo, es un paso importante hacia la construcción de una sociedad equitativa, más justa y humana, todo lo que se requiere para consolidar la democracia.

17.01.2011

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