domingo, 4 de enero de 2009

Pesimismo positivo

Empezamos enero esperando algo mejor, motivados por el estereotipado espíritu del cambio de año. Tengo una hermana escéptica por naturaleza. Su saludo de fin de año desde la helada Europa, fue algo así como buena salud, buen humor y pocas penas, lo cual ella llama con mucho acierto un estado de “pesimismo positivo”. Por lo tanto, no hay que llegar al extremo de ser optimistas, dadas las circunstancias, pero guardemos alguna esperanza. En Guatemala el pesimismo positivo vendría siendo como la conciencia de nuestros males, con la actitud de enfrentarlos y vencerlos. Toda una inmersión psicológica en la vida cotidiana de este país del cuarto mundo con sus aberraciones políticas, sus esperanzas frustradas, sus indicadores catastróficos y una población resistente a la adversidad como pocas. Así es que he decidido seguir el consejo de mi lejana parienta y comenzar con un sacudón a mis agoreros presentimientos para reemplazarlos por el augurio de mejores tiempos. Esto no es porque se me haya pegado el espiritu navideño y esté viendo esferas de colores, sino porque hemos llegado tan pero tan bajo, que la única posibilidad es comenzar a remontar desde los abismos. Un buen augurio viene siempre precedido por un análisis de situación. Dado que con relación a las acciones de los gobernantes no tenemos el privilegio de contar con la información básica para hacer ningún análisis serio, no queda más que especular respecto al rumbo que seguirán las decisiones de Estado. En el tema de seguridad, se reforzarán las estrategias en contra del narcotráfico y probablemente el ejército asuma un papel muy protagónico en este campo. No hay otra salida, porque toca de cerca las relaciones con el nuevo gobierno estadounidense y para éste es prioritario, dado su impacto en sus relaciones con México. En lo relativo a programas de desarrollo social, quizás finalmente se consoliden algunas líneas de acción un poco más efectivas para combatir los flagelos del hambre y la desnutrición, así como para ampliar las coberturas en salud y educación para la población más vulnerable. Para ello, Sandra de Colom su marido tendrán que demostrar la capacidad de ejecución de las instituciones a su cargo y probar su liderazgo de manera mucho más consistente y firme que hasta ahora, aunque sin rebasar sus límites de autoridad. Si sólo esto se pudiera realizar, podríamos decir que el país comienza a retomar el rumbo perdido. Sin embargo, los poderes clave para garantizar un cambio en la política nacional están aún en trapos de cucaracha y no parecen estar dispuestos a cambiar. ¿Se da cuenta? esto es a lo que mi hermana llama “pesimismo positivo”.

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