domingo, 1 de mayo de 2011

Guerra interna

No se puede hablar de la “época de la guerra interna” como si hubiera terminado. 

La guerra está instalada. En nuestras calles y en los caminos del interior. Instalada en los buses atestados de trabajadores cansados, tanto como en las escuelas y universidades. En los hogares y en los ranchos destartalados donde reciben clases los niños de cualquier comunidad perdida.

La guerra, de acuerdo con algunas definiciones libres, es la forma de conflicto más grave entre dos o más grupos humanos. Por lo tanto, se podría afirmar que al existir un enfrentamiento entre la sociedad civil -conformada por una ciudadanía apegada a las leyes y responsable por el desarrollo social y económico de su país- y grupos criminales con gran poder de fuego y fuerte influencia en altos estratos políticos y empresariales, existe de hecho un conflicto bélico declarado.

La sociedad guatemalteca está indefensa ante este empoderamiento radical del crimen organizado en sus más elevados círculos. De acuerdo con el Mapa de Conflictividad 2011 divulgado por el Procurador de los Derechos Humanos, solo en 2010 se produjeron 5,347 casos de muertes por violencia, de las cuales 4,582 fueron por arma de fuego. En esta cifra están incluidas 42 muertes por linchamiento; 143 pilotos de autobuses, 52 ayudantes, 69 pasajeros, un guardia de seguridad y 11 presuntos delincuentes. Pero también están las atroces cifras del femicidio: alrededor de 700 mujeres asesinadas durante el año, un promedio de dos diarias.

El estado de guerra no se refleja únicamente en muertes por violencia física. También está la violencia ejercida desde el Estado en la toma de decisiones que afectan gravemente a la población en sus derechos fundamentales, como el acceso a la salud, a la educación, a la tierra, a la alimentación, a los servicios básicos y a la vivienda. En este sentido, la violencia se manifiesta en la negación de la dignidad de los habitantes más pobres del país a quienes se les reduce a ser actores de campañas de proselitismo desde el propio Estado mediante acciones paternalistas de asistencia en lugar de ser beneficiados con programas de desarrollo de largo plazo.

En otro orden de cosas, el cuadro de situación de guerra también incluye la absoluta falta de control en la tenencia de armas de grueso calibre en manos de niños y adolescentes pertenecientes a maras, clicas y otras organizaciones criminales, combinado esto con la distribución y el tránsito de drogas en todo el territorio nacional. Estos grupos, vinculados con otros de mayor envergadura y con nexos internacionales, conforman un retrato de la violencia y la anarquía nunca antes visto en Guatemala.

En un Estado en guerra, una de las características es la pérdida de control territorial. Esta situación ya se vive en varios departamentos del país, en donde grupos armados dominan y ejercen un poder casi ilimitado. La guerra interna, señores, no ha terminado.

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