sábado, 14 de noviembre de 2009

La mujer invisible

Más daño ha causado a este país la clase política que todos los criminales que prosperan a su sombra. 

Hoy el tema en boga es la ausencia de mujeres en la junta directiva del Congreso de la República, hecho coincidente con la noticia del triste papel de Guatemala a nivel mundial en los indicadores de equidad de género. Sin embargo, para analizarlo es preciso retroceder en la cadena de causa y efecto, y comprender la profunda influencia de los modos de gobierno prevalecientes en las últimas décadas, regidos por el interés particular, por prácticas discriminatorias, racistas y clasistas, por la ausencia de valores cívicos y el aprovechamiento de los cargos públicos como botín.

Esta visión acomodaticia de la política es el fundamento mismo del clientelismo, la corrupción y el abuso de poder que en Guatemala tienen prioridad por sobre el bienestar de la población y sus oportunidades de desarrollo. La relación de este hecho con la integración de la junta directiva del Congreso se comprende al considerar que la mayoría de las mujeres incorporadas a la función política carecen de vínculos de influencia o se han construido su espacio a fuerza de trabajo, perseverancia y claridad en sus objetivos.

Por lo tanto, estas representantes del sector femenino no encajan en el entramado de los políticos tradicionales, armado con negociaciones ilícitas –cuando no abiertamente ilegales-, con el uso indiscriminado de su inmunidad para cometer actos de corrupción, la mayoría de las veces inimputables gracias a mecanismos creados para ese propósito por ellos mismos y con una visión nula de su papel como gestores de desarrollo.

La presencia de la mujer nunca será bienvenida en esos círculos, por ser un elemento incómodo cuya sola existencia crea un factor de juicio incompatible con estas prácticas, resultando mucho más conveniente marginarla, ya que la ley así lo permite. Es decir, mientras no se legisle para reducir el abismo que separa a la mujer de posiciones de poder político –con un sistema de cuotas, como se ha hecho en países más desarrollados- jamás se podrá pretender siquiera un atisbo de equidad de género en Guatemala.

Pero el problema es quiénes legislan. De continuar el país en manos de una camarilla política ajena por completo a los intereses de la sociedad que les ha confiado los destinos de la Nación, cualquier intento por reducir los niveles de corrupción y fiscalizar la labor de quienes gobiernan, será en vano. Guatemala está en graves problemas, pero no por el narcotráfico ni por el crimen organizado, no por mareros ni asesinos, sino por la estulticia, la total falta de patriotismo de quienes les han permitido apoderarse del territorio al robarse, junto con los fondos públicos y la credibilidad de las instituciones, las oportunidades de construir un país educado, productivo y encaminado a un futuro próspero.

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