sábado, 8 de septiembre de 2012

Adulterio

Sucedió ayer, entre frases banales y saludos al pasar. Había mucha gente. Era una de esas fiestas a las que uno asiste para demostrar que es inteligente, y lo único que logra es sentirse inmensamente estúpida.
De pronto, ahí estaba. Una palabra que no recuerdo, quedó trunca. Hice algún gesto de despedida y me dirigí hacia sus ojos como alucinada. Se rió. Sentí que mi mente se transparentaba casi tanto como la blusa y sentí una profunda vergüenza de algo que no recuerdo.
Hablamos sin parar, y me gocé la sensación de "qué me importa". Luego, salí sin mucho entusiasmo después de haber alargado la velada hasta el límite de la decencia sin obtener más que la promesa de una llamada telefónica.
Hoy todavía me siento abrumada por el deseo. Y cumplo con las rutinas porque no tengo la energía para dejar de hacerlo. Camino por mi confortable casa de señora, con mis aburridos deberes de señora, con la expectativa próxima de la cena familiar repetida y tediosa, descubriendo que perdí para siempre el filtro amable que me hacía tan feliz hace apenas unas horas.
Lo que debo hacer es irme de aquí y romper con esta farsa aniquilante. Si. Eso haré. Pero entretanto creo que ya es hora de preparar el té y de recibir a la Clarita, que me contará lo que hablaron en la última sesión del comité. ¿En qué estaba? ¡Ah, sí...en la fiesta de anoche...Bueno, no se puede negar que estuvo verdaderamente encantadora.

2 comentarios:

  1. si algo se agradece, como en este caso, es la fluidez, la agudeza y transparencia de puñal que me hacen recordar mis propias noches de regodeo. Gracias por este texto.

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    1. Gracias, Juan Carlos. Intento revivir mi blog con breves textos que podrían ser el germen de algo más. Falta de constancia es el peor de mis ene igos, pero haré un trato conmigo misma para no abandonarlo.

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