sábado, 9 de mayo de 2009

La verdadera calamidad

(Publicado el 09/05/2009 en Prensa Libre) El gobierno ha declarado estado de calamidad pública en todo el territorio nacional, basado en un caso de contagio. Es cada vez más difícil separar la paja del grano y aterrizar en una hipótesis coherente con respecto a la supuesta pandemia sobre la cual la gente emite tanta conjetura: que si se trata de una nueva fase de guerra bacteriológica, que si es negocio de Donald Rumsfeld, que si la mega industria farmacéutica está detrás de la liberación del virus en México o si responde a una estrategia política para debilitar a nuestro vecino del norte. En fin, las dudas son razonables y, si algo es cierto, es el derecho de la población a desconfiar de las declaraciones oficiales. En Guatemala, país fronterizo con el epicentro de la pandemia, se había confirmado hasta ayer sólo un caso de contagio, en una niña de 11 años. El virus que acapara las portadas y editoriales de todos los medios de comunicación, el cual parece establecer una consigna internacional de conducta y ha desatado una furiosa ola de rechazo y discriminación contra ciudadanos mexicanos en el mundo entero, no se ha convertido en una amenaza de salud tan real como se pretende hacer creer. Sin embargo, supongamos que de pronto –a pesar de que México ya declaró la epidemia bajo control- explotara en Guatemala una ola de contagio masivo. Supongamos que el N1H1 ingresara por el Suchiate a nado o montado en un cayuco, con toda la intención de acabar con los guatemaltecos… ¿por dónde empezaría a actuar? La respuesta es evidente: en aquellos grandes sectores de la población cuya situación de supervivencia es tan precaria que ni siquiera se puede defender de una gripe común o de una diarrea, mucho menos de un virus mutante de categoría internacional. En realidad, el estado de calamidad pública a nivel nacional ha dejado de ser una decisión de Estado. Tampoco responde a una estrategia sanitaria. El estado de calamidad es una realidad palpable, cuyos efectos sobre la salud y la vida de los guatemaltecos ha producido más muertes que la guerra y muchas más, sin duda, que cualquier epidemia. La desnutrición crónica de nuestro pueblo, especialmente entre niñas, niños, mujeres y personas de edad avanzada, es un hecho desde hace ya muchos años, aunque para las autoridades esa realidad pareciera haberse fundido en el deforestado paisaje chapín perdiendo toda relevancia. Que ahora, por un caso confirmado de contagio de esta nueva cepa de virus, se declare estado de calamidad pública, más parece responder a la conveniencia de liberar a algunas dependencias de la obligación de convocar a licitación pública y gozar de la libertad de comprar vacunas y tratamientos a cualquiera de sus proveedores amigos, sin rendirle cuentas a nadie.

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