domingo, 21 de junio de 2015

Los dineros perdidos

Incontable es la riqueza en las manos equivocadas.  
La corrupción en el seno de las instituciones es, más que un acto vil e inmoral, una condena a muerte contra amplios segmentos de la población, aquella incapaz de defenderse y cuyo aporte a esa riqueza jamás le regresará en forma de beneficio alguno. Por esta razón, los actos delictivos cometidos por las personas de su confianza (la población fue quien los colocó en posición de poder) son tanto o más traicioneros que el de un delincuente común de quien naturalmente se espera un golpe artero. No importa cuán saludable sea la economía de una nación, siempre el sistema predominante en el hemisferio occidental y ahora también en una buena parte de los países de Oriente, condenará a más de la mitad de la ciudadanía a una vida de trabajo y privaciones. Es el capitalismo, cuya prioridad es la explotación máxima de los recursos –naturales, tecnológicos y de mano de obra- con el fin de acumular ganancias para competir con ventaja en los mercados internacionales. La parte humana de la ecuación siempre resulta secundaria y, por tanto, se requiere de Estados fuertes y bien organizados para proteger sus intereses de la codicia empresarial. Para tener un Estado fuerte y saludable, capaz de resistir las presiones de sectores de poder paralelo, es preciso contar con un sistema político transparente y perfectamente blindado, especialmente contra las infiltraciones del crimen organizado y el narcotráfico. Para ello, se requiere de leyes diseñadas con ese objetivo, procesos electorales limpios y creíbles, instituciones independientes de control de esos procesos y, muy especialmente, la intención sincera y comprobable de sus autoridades de respetar las normas establecidas. En el momento de exigir cambios –cuando el sistema parece ir en dirección opuesta al mandato constitucional- debe analizarse muy cuidadosamente cuáles son los requeridos para enderezar el barco, porque de nada sirve un relevo de personas cuando es el sistema mismo el incapaz de resguardar y garantizar el camino hacia una democracia plena y participativa. El despertar de un pueblo dormido es uno de los momentos más brillantes de una nación. El desafío es convertir ese despertar en una palanca de progreso en el camino correcto, el de la consolidación del estado de Derecho y de la participación ciudadana en los destinos de la patria. Los actos de corrupción implican una pérdida real para la población. Sin embargo, afectan con fuerza descomunal a los más necesitados, a esos amplios contingentes de trabajadores del campo y de la industria, a los desempleados, a la juventud perdida en el tráfico y consumo de drogas, en el sicariato y en la miseria moral. Por ello es todavía más perversa su comisión por parte de quienes están supuestos a proteger sus derechos y proporcionarles las oportunidades de desarrollo, tal como dicta la ley fundamental. Esos dineros perdidos en lujos, viajes, privilegios y sobornos son el peor crimen que se puede cometer contra la niñez privada de alimento, salud, educación y vivienda. Contra las mujeres y hombres cuyo trabajo es menospreciado y mal pagado. En fin, contra la verdadera fuerza vital del país. elquintopatio@gmail.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Tus comentarios son como una luz en el camino, me agradaría mucho que los compartieras en este espacio.