lunes, 10 de noviembre de 2008

Las armas de la paz

Una serie de dibujos de niño precoz, nos muestra el impacto de la guerra en la mente de un auténtico pacifista. Es probable que fuera Pepo Toledo quien, en su afán por encender aún más luminarias sobre el genio de su gran amigo y maestro, encontrara un excelente pretexto en la colección de dibujos del Efraín Recinos niño, cuidadosamente preservada por Efraín Recinos padre. Y para que a nadie le cupiera duda de la importancia de esos primeros años en el desarrollo estético y la depurada habilidad técnica del artista, se dió a la tarea de editar un libro en el cual quedara claramente plasmada la relación entre la obra fenomenal del Recinos adulto y sus primeros esbozos infantiles. En este libro -titulado “El juego de hacer dibujos” – Dibujo infantil de Efraín Recinos, 1933-1939- Toledo se sumerge de lleno en el análisis psicográfico, en la relación histórica, en la comparación, en la reflexión estética obligada ante el panorama completo de la trayectoria de este artista singular y sugiere la existencia de ese fuego creador casi desde el día mismo de su nacimiento. Los guerreros armados hasta los dientes ya aparecían en las hojas de cuaderno pintadas incluso en los bordes con todos los colores del espectro. También poblaban sus hojas reyes, princesas y caballeros andantes quienes, de una u otra forma, convivían con la muerte en sus castillos coronados de torres almenadas. Efraín niño aún no cumplía diez años. Las teorías conducentes a determinar si un ser humano ha nacido con el gen del talento absoluto podrían debatirse en una discusión eterna. Pepo Toledo pasa ese trámite en siete capítulos concretos y va directo al grano para declarar a Recinos un prodigio de la pintura. Sin embargo, se detiene a analizar ese aspecto fundamental en su expresión gráfica que aparece en sus primeros dibujos y permanece en su obra como un leit motiv, como una fuerza gravitacional que lo ancla al mundo al cual pertenece y cuyas manifestaciones de violencia rechaza de manera rotunda. Las armas, la sangre, el odio producto de una guerra, una guerra producto de ambiciones humanas desprovistas de valores, son los elementos alrededor de los cuales desarrolló todo un universo plástico sin parangón. El Efraín niño quedó anclado en ese mundo sofisticado del Efraín adulto, manchando su paleta con los resabios de una guerra que vivió desde este rincón del planeta, encerrado con sus crayones y sus hojas de cuaderno. El viernes, en Casa Santo Domingo, es la cita para oírlo contar la historia. El viernes, en un acto especial, le entregarán este libro fascinante como recordatorio de que la vida es un camino circular por donde transitan frescos los fantasmas de la infancia.

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