sábado, 24 de noviembre de 2007

Apología de la violencia

Las organizaciones de la sociedad civil exigen el fin de la violencia, pero la mayoría de la gente calla y se acostumbra a vivirla. La única manera de escapar de la agresividad constante experimentada a diario y a través de todos los elementos cotidianos como son la delincuencia, la corrupción, el tráfico, la publicidad, la miseria, la contaminación y hasta el timbre del celular, parece ser el acostumbramiento. Una especie de sopor inducido por el instinto de supervivencia que nos hace ver las cosas menos crudas de lo que en realidad son. En Guatemala se ha instalado ya el uso de crear espacios reservados en los cuales las personas se creen a salvo de esa realidad que les asalta cada mañana a través de las noticias. Así es como algunos se blindan colocando obstáculos para vehículos extraños en la entrada de sus colonias o se organizan para patrullar de noche, en una nueva versión urbana y clasemediera de las Patrullas de Autodefensa Civil. En esa misma línea, otros simplemente dejan de consumir noticias prefiriendo no enterarse de la realidad para hacerse la ilusión de que ésta no existe. El problema es que nada de eso tiene el menor efecto frente a la violencia ya incorporada al ambiente cotidiano, infiltrándose en los hogares, en las escuelas y en los centros de trabajo como un virus indestructible contra el cual el Estado y la sociedad se han declarado impotentes desde hace ya varios años. Uno de los problemas mayores, por lo tanto, son las tácticas para no enfrentarse a los hechos y, por ende, la falta de compromiso. Mientras la población no se rebele en contra del estado de cosas y actúe para exigir el respeto a sus derechos fundamentales, tanto por parte del Estado como de instituciones y otros sectores de la sociedad civil, no será posible realizar avance alguno en la lucha contra la violencia. Un ejemplo de esto es el manejo confidencial de información que debería ser conocida y analizada públicamente, como es el caso del presupuesto de ingresos y egresos de la Nación y su ejecución en cada una de las dependencias beneficiadas con estos fondos. La secretividad es una de las fallas fundamentales en un sistema que pretende enmarcarse en el estado de derecho. En esos manejos turbios aparecen no sólo la falta de controles institucionales, sino también la corrupción de todo el aparato estatal y privado, ya que en estos negocios no sólo hay funcionarios públicos involucrados. También hay una extensa red de cómplices fuera de los ministerios y municipalidades. Este escenario es también el trasfondo de la violencia. Se diseñan los planes de un gobierno en función de muchos factores, entre los cuales nunca parece tener prioridad el desarrollo del país ni el bienestar de sus habitantes. Es la primera debilidad estructural de un sistema político viciado y sin perspectivas de cambio.

La costumbre de morir

Mañana será el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, creado con la intención de detener este flagelo mundial. Así es la costumbre. El marido que te golpea hasta hartarse, porque de otro modo no aprenderás nunca. Después de la paliza más te vale componerte y sonreír, balbucear que aquí no ha pasado nada, que estás bien y contenta mientras le preparas la comida y soportas sus insinuaciones de repetir la dosis si te muestras resentida. Como es la costumbre, las leyes no te protegen. ¿De qué, si al final de cuentas así ha sido desde que el mundo es mundo? El problema es que los hematomas constantes, las fracturas en las costillas y las patadas en el vientre ya te han dejado secuelas que te aguantas porque no te deja ir al hospital para no correr riesgos. Un día al susodicho se le pasó la mano y te lanzó contra la pila. Te rajaste el cráneo pero no te diste ni cuenta. Ya estabas muerta. Como nadie llamó a la policía, mejor te fueron a tirar a un terreno baldío para evitar los escándalos. Ahora eres XX en La Verbena. Como es la costumbre, ni siquiera hubo investigación. “No hay denuncia y a lo mejor la mujer se escapó”, le dijeron en la comisaría a la única vecina valiente –porque además era tu amiga- quien fue a dar aviso de tu desaparición a pesar del miedo. Y jamás regresaste, por supuesto, ni se supo de tu entierro de oficio. Es la costumbre. Tu mamá te lo explicó muy claramente antes de casarte: “obedece en todo como una buena esposa y no tendrás problemas”. Pero tuviste la pésima idea de querer ser diferente y terminar tus estudios de la universidad para conseguir un buen trabajo. Ingenua de ti, hasta lo decía el Código Civil, niña terca, no puedes trabajar a menos que tu esposo lo autorice. ¿Ya ves? Ahora no podrás trabajar ni estudiar y ni siquiera ver crecer a tus hijos porque tu propietario, según las leyes de la República y de la costumbre, te mató. En qué momento cambiaron las cosas, ni siquiera lo recuerdas. Fue antes de la boda cuando te pegó una cachetada fenomenal por alguna razón insignificante. Celos, quizás, o probablemente la necesidad de demostrarte quién manda. El dolor y la humillación fueron tan violentos que no protestaste. Hoy hablan de tus derechos, pero ya no estás ahí para escuchar el discurso. De todos modos, ni siquiera han investigado tu muerte porque no parece importarle ni a la sociedad ni a las autoridades. La primera, por no exigirlo y la segunda por desentenderse de tu muerte y de todas las demás. Después de todo consuélate pensando allí donde te desintegras, que eres una entre 3 mil desde que doblamos la página del milenio.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Predicciones

Escribí esto antes del domingo y prefiero no presumir de vidente, sobre todo en una contienda tan impredecible. Muchos han lanzado sus doctas predicciones sobre quién ganará, algunas adornadas con unos impresionantes análisis cargados de sabiduría política. Sin embargo, en un ambiente tan poco amable como el que ha rodeado a estos comicios y con márgenes tan estrechos entre ambos candidatos, vaticinar es como tirar una moneda al aire. Hoy lunes, sin embargo, ya debe haber resultados. Si no son definitivos, por lo menos marcarán alguna tendencia. A decir verdad, eso no es tan importante como lo que seguirá después de esta elección polarizada, cundida de insultos y amenazas, pobre en propuestas realistas y aterrizando en un sistema moral e institucionalmente debilitado. En general, las predicciones se han detenido en el conteo de votos. No han abundado los análisis por medio de los cuales los expertos pronostiquen el posible escenario de los próximos cuatro años: por dónde se orientará el gasto público, cuáles serán los ministerios –ni siquiera se sabe cuáles serán los ministros- más fuertes en esta nueva administración, quiénes serán los niños mimados del futuro gobernante, qué sucederá con las incipientes investigaciones sobre casos de corrupción y qué con algunos de los proyectos en marcha del gobierno anterior. Para la población, cada cambio de gobierno es como firmar un cheque en blanco. Es tal la dimensión del poder presidencial, que al final resulta como si fueran dictadores electos democráticamente. Deciden sobre el destino de más de doce millones de personas, sin contar a las generaciones futuras, careciendo de un sistema real de contrapesos que permita a la población expresar su opinión sobre los asuntos que le conciernen y, gracias al libertinaje en el uso de transfuguismo político, tampoco existe una oposición consistente a nivel parlamentario. Luego de observar la agresividad y total ausencia de clase con la cual se atacaron ambos candidatos, es de suponer que no habrá mucho refinamiento en el abordaje de los asuntos del Estado. Aquello que no les “guste” –ya sea porque no fue su idea o porque tiene la firma de otro- será eliminado de un plumazo o relegado a la última de las prioridades, como ha sucedido con los proyectos de beneficio para la mujer o con la infraestructura sanitaria y educativa durante la actual administración. En cuanto a la atención a los millones de guatemaltecos que viven bajo la línea de la extrema pobreza, es probable que ni uno ni otro tenga la lucidez de ponerlos en primera fila a la hora de repartir los fondos para inversión en proyectos de beneficio social. Tienen tantos y tan grandes compromisos con sus financistas que es mucho más probable que le den ese primer puesto a los grandes proyectos de inversión extranjera, los cuales no siempre (la verdad es casi nunca) traen riqueza alguna para el país. Noviembre 1 de 2007.

El nombre de las cosas

Quienes se dedican a defender los derechos humanos y de la mujer, impulsan otro estilo de comunicación. En aquellos años de la represión extrema, era impensable hablar sobre ciertos temas. Uno de ellos, el abuso intrafamiliar, era considerado la reacción irracional de ciertas personas influenciadas por costumbres extranjeras contra una tradición poco menos que sagrada de la sociedad. Otro -como el abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes- era visto como la fantasía calenturienta de un puñado de locos subversivos, para colmo, comunistas. Todo esto buscaba descalificar cualquier intento de persecución contra aquellos vicios y delitos ocultos que han constituido, durante décadas, un territorio liberado del machismo consuetudinario consagrado hasta en las leyes de la República. Ya están llegando los tiempos en los cuales por fin se puede hablar de incesto sin escandalizar a los oídos castos y sin levantar un muro de negación. Y de acoso sexual, a pesar de que aún los diputados se resistan a legislar al respecto. También ya se pueden empezar a denunciar violaciones y actos de pederastia cometidos por sacerdotes y pastores en contra de indefensos integrantes de su grey, y ya se da cierta publicidad a los delitos sexuales de maestros en contra de alumnas y alumnos en escuelas y colegios. Estas patologías sociales existen en Guatemala como en cualquier país del mundo. La diferencia reside en que aquí los crímenes de carácter sexual y la violencia en el seno de la familia, al igual que el feminicidio, se cometen a vista y paciencia de la sociedad y de las autoridades, sin que éstas reaccionen con la preparación, los recursos ni interés por perseguirlos. Pero aunque sea estimulante saber que por fin esta clase de delitos se comienzan a denunciar y las mujeres, entre quienes se cuenta la mayoría de víctimas, ya son capaces de describir una agresión sin hundirse en la vergüenza y los sentimientos de culpa, todavía falta mucho para abrir las compuertas de la autocensura. Para realizar cambios de fondo, además de una campaña de concienciación general es preciso modificar las técnicas forenses y los procedimientos judiciales. Es importante tipificar estos delitos y evaluar las penas adjudicadas a los crímenes sexuales, evitando aquellas condenas irrisorias que constituyen una nueva ofensa para las víctimas. Por eso es tan importante elevar la voz y decir las cosas por su nombre. Quizás esa apertura lenta pero constante hacia el uso de un lenguaje claro sea la palanca que finalmente logre mover al anquilosado e inefectivo sistema de justicia. Hablar para visibilizar esta patología social es el mejor recurso –quizás el único- para sacudir la inercia de las autoridades y obligarlas a afrontar la realidad, de una vez por todas.

Asuntos pendientes

Los detalles y las incidencias del relevo de poder están acaparando una atención que debería enfocarse en los asuntos pendientes de la actual administración. Se va un gobierno cuyo desempeño transcurrió entre denuncias de abandono de la agenda social, profundización de la extrema pobreza, ausencia de justicia, corrupción en todos los organismos del Estado, falta de capacidad de gestión del presupuesto, privilegios para unos pequeños grupos de poder afines al mandatario y, en suma, todo cuanto caracteriza a una administración incapaz de enfrentar -y mucho menos de comprender- la realidad nacional. Y entra otro grupo cuyo arraigo popular es altamente discutible, ya que además del elevado abstencionismo en la segunda vuelta de votaciones, existe el detalle significativo del voto en contra, es decir, todos los electores indecisos que prefirieron a un civil en el poder antes que a otro militar de cuyos antecedentes no existe un conocimiento suficientemente extenso y cuyo mensaje de mano dura no logró convencerlos. Por lo tanto, no parece ser un tiempo de aplausos, sino de análisis del porqué de tantas carencias en un país lo suficientemente rico como para haber soportado el saqueo contínuo durante tantos decenios. Guatemala no es pobre. La pobreza está en sus líderes, individuos incapaces de asumir el riesgo de ejercer un auténtico liderazgo y cambiar las cosas de una vez por todas. El ejemplo está en los mensajes prepotentes del sector privado, apenas transcurridas unas horas de la publicación de los resultados de las elecciones. Para estos magnates, el empobrecimiento de las clases populares parece ser un objetivo central. Cualquier intento de reducir el déficit del presupuesto nacional con una reforma fiscal justa y necesaria, es una amenaza a sus intereses y éstos, por lo visto, han sido prioritarios para todas las administraciones de la era democrática. Entre los asuntos que deja pendientes el gobierno actual están los vergonzosos índices de extrema pobreza, la desnutrición que acaba con la niñez de Guatemala, un inexplicable abandono de los jóvenes guatemaltecos quienes, sin posibilidad alguna de educación o capacitación laboral, ven como su única salida la delincuencia o las drogas; y un sistema de seguridad nacional, investigación de casos y administración de justicia propios de alguna república africana de principios del siglo veinte. Esta realidad no merece grandes actos de autobombo ni fastuosas recepciones en el Palacio Nacional de la Cultura. La transmisión de mando que le corresponde debe ser modesta y silenciosa. Los asuntos pendientes constituyen una carga demasiado pesada y, si la historia hace justicia, este gobierno pasará a sus registros como otro período gris.

Negocio sucio

El terremoto en el norte de Chile dejó en evidencia una de las lacras producto de nuestro frágil concepto de los derechos humanos. Quillagua es una pequeña localidad aymara de unos 100 habitantes, situada justo en la región más rica en minerales y la más dominada por las grandes compañías mineras. Por eso, quizás los quillagüenses hayan agradecido, muy en el fondo, que la Tierra se estremeciera desde lo más profundo y les dejara sus viviendas convertidas en polvo. Porque, de no haber sido por el terremoto de 7.7 grados, quizás en pocos años ya no existirían, muertos de sed y de olvido. Esta comunidad indígena no es la única que sufre las consecuencias de la contaminación de sus aguas, de sus tierras y la invasión de su entorno por las grandes compañías mineras, sin recibir el menor beneficio por la explotación del subsuelo que por derecho les pertenece. También en San Marcos, Guatemala, a miles de kilómetros de distancia, existen pequeñas comunidades sufriendo la misma agresión y padeciendo similares injusticias. No importa de dónde proviene el nombre de las mineras. Son como los barcos que surcan los océanos dejando una estela de muerte pestilente: Liberia, Canadá, Estados Unidos o Grecia les prestan su bandera y su respaldo para que estos modernos piratas se transformen, por obra y gracia de las influencias y de su inmensa capacidad financiera, en supuestos salvadores de la economía de los países en desarrollo. Lo que no dicen es cuánta destrucción dejan a su paso, cuán pequeño es su aporte a la riqueza nacional y hasta dónde alcanzan las repercusiones ecológicas de sus operaciones de explotación. Ahora se empieza a mencionar en Guatemala la peregrina idea de explorar con mayor intensidad el recurso petrolero. Con la visión estrecha y cortoplacista de quienes tienen el poder de tomar semejantes decisiones, se pretende explorar –y explotar, por consiguiente- un recurso que ya está cuestionado hasta en los propios países productores. Si Guatemala tiene oportunidades de desarrollo, éstas no están en cavar agujeros gigantescos y llenarlos de cianuro, destruyendo el entorno y agotando las fuentes de agua. Tampoco en llenar la selva petenera de torres de extracción ni crear otro desierto allí donde hubiera podido existir una fuente inagotable de riqueza turística. Es tiempo de reflexionar sobre los planes a futuro, pero hacerlo con responsabilidad y no permitir que vengan gobiernos extranjeros apoyados por la cúpula económica a decidir sobre el destino de más de 12 millones de habitantes que desean vivir en paz en un país sobresaliente por su belleza natural. Es hora, como en Quillagua, de pensar por fin en función de los derechos de las personas y no de pequeños círculos privilegiados.

Responsabilidad compartida

La complejidad de las sociedades actuales obliga a mantener sistemas de información masiva eficientes y responsables para tomar decisiones acertadas. Esta semana fui invitada a la entrega del informe final sobre monitoreo de medios, realizado durante 2007 por la agencia de noticias La Nana, organización dedicada a temas de niñez y adolescencia. Además de la notable ausencia de periodistas y representantes de medios de comunicación, me llamó mucho la atención el resultado mismo de ese monitoreo, porque aún cuando la prensa nacional ya empieza a incluir estos temas en su agenda noticiosa, todavía falta profundidad en la manera de abordarlos, lo cual redunda en sensacionalismo y no aporta soluciones. La responsabilidad de la prensa en el cambio hacia una sociedad con orientación democrática y hacia la eliminación de las barreras de discriminación y prejuicios en el tratamiento de la noticia, es enorme. Precisamente por esa razón preocupa su indiferencia hacia aquellas fuentes de información que la podrían orientar mejor respecto a la percepción de sus audiencias. Durante la misma semana recibí una invitación de la Vicepresidencia de la República para la presentación del estudio de casos sobre 553 homicidios cometidos en 2005-2006 y el desempeño del sistema de justicia, elaborado por un equipo independiente coordinado por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos y financiado por la Agencia Sueca de Cooperación Internacional. Los resultados de este importantísimo trabajo merecen un análisis aparte. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar la indiferencia de los medios de comunicación por conocerlo de primera mano. Sin exagerar, acudimos apenas media docena de periodistas a la presentación, a pesar de que la prensa nacional ha hecho de la impunidad, la ineficiencia del Ministerio Público, del sistema de administración de justicia y de la Policía Nacional Civil, toda una agenda noticiosa per se. Los comunicadores tenemos algunos privilegios –entre ellos el acceso a fuentes de información vedadas al grueso de la población y la posibilidad de publicar nuestros hallazgos- pero también la obligación fundamental de mantener informada a la población de manera responsable y veraz. Todos sabemos que lo que no se publica, por alguna misteriosa razón, parece no existir. Ésa fue la experiencia de décadas de silencio, mordaza e impunidad, durante las cuales se obligó a los periodistas a callar por miedo o por la fuerza. Debemos comprender que si la sociedad no recibe insumos informativos de primera calidad, disminuye ostensiblemente su capacidad de participar en las decisiones que la afectan y de incidir en el rumbo de su propio destino. Democracia plena, ése es el tema al cual todos debemos contribuir con eficacia y transparencia.

martes, 21 de agosto de 2007

Cuenca, España, con esa luz dorada y transparente

El derecho a no estar

Hoy estuve pensando en cuán lejos hemos llegado en esta obsesión por hacer coincidir nuestras auténticas necesidades y la oferta del mercado. Es decir, mientras nuestra absurda ambición por tener cosas parece no tener límites, nuestro espacio personal se jibariza, se reduce a la cuasi nada y nos vamos perdiendo entre objetos y cualidades adquiridas gracias a un estilo de vida que tiene tanto de vida como de estilo. A propósito de esto escribí, hace ya mucho tiempo -de cuando mi primer celular parecía una vieja tortuga que pesaba toneladas y me costaba una fortuna- algo respecto a la puerta que hemos abierto a la invasión de la privacidad. Obviamente, somos incapaces de controlar los elementos externos, al igual que hemos sido incapaces de controlar el engaño y las trampas en las que nos hace caer la publicidad a cada rato. Pero releyendo ese artículo, me doy cuenta de lo lejos que me encuentro de esos inicios del desastre comunicacional de hoy... 05/07/1999 No sólo hemos perdido parte del espacio vital, sino estamos siendo invadidos por aparatos que ponen en serio peligro nuestro derecho a la privacidad. ···················· MI DERECHO A NO ESTAR Al principio fue el teléfono. El desquiciante riiing riiing, insistente e impositivo, nos obligaba a contestar aunque no quisiéramos, porque quizás era urgente aunque en el fondo sabíamos que lo más probable es que se tratara de una llamada sin importancia y sólo nos quitaría tiempo. Ahora ya no es únicamente el teléfono. Es el localizador electrónico que suena todo el día y que, cuando no lo estamos oyendo, de todos modos sabemos que ya debe tener una larga fila de mensajes en espera de respuesta. Y además el celular que nos persigue porque se lo permitimos. El aparatito que al principio, cuando comenzó la moda, nos daba estatus, porque… ¡no podíamos dejar de tener uno!, ahora nos condiciona la vida entera. Si damos el número, en el fondo sabemos que nos comprometemos a estar localizables las veinticuatro horas del día para cualquier insignificancia que se le antoje al depositario de tal desproporcionada muestra de confianza. Si no lo damos, al menos otorgamos el privilegio de ser localizados a través del biper como una concesión de segunda categoría, o al número directo de la oficina que, a estas alturas de la intimidad comunicacional, a nadie parece interesarle. Pero la cosa no se detiene ahí. También está la sutil intromisión del correo electrónico, que ya tenemos en casa y en la oficina porque es preciso revisarlo con suficiente frecuencia para que no se nos vaya a escapar ni un solo mensaje, pese a que ya nos han incluído en listados de información sobre compras de helicópteros franceses o para ofrecernos información sobre la legislación laboral del Kurdistán y alguno que nos trae noticias frescas de la asociación de pescadores con arpón. No quiero decir con esto que el correo electrónico sea malo, en absoluto. Reconozco que nos permite mantenernos en contacto con mucha gente a la que no le escribíamos desde que dejó de funcionar el correo, y eso ya nos remonta a la prehistoria. Es, simplemente, que el email se ha transformado en una peligrosa dependencia comunicacional más a la que tendremos que encontrarle pronto el antídoto, antes de que nos engulla por completo. Ahora resulta que ha salido al mercado un servicio nuevo, ofreciendo todo este hermoso abanico de comunico-condicionantes en un solo flamante paquete de alta tecnología. Así, nos pondremos a la punta de la vanguardia –aunque aún no tengo una idea muy clara de para qué queremos estar en esos superpoblados extremos del espectro- para recibir mensajes de biper, correo electrónico y teléfono celular y, encima, contestar a todos los que nos llaman, conocidos o desconocidos, simplemente accionando un diminuto teclado incluído en el mismo mágico aparatito. ¿No será mejor comenzar a recuperar el espacio privado y simplemente dosificarnos, como lo hacíamos cuando la fiebre llegaba a un nivel normal de dependencia? Quizás si volvemos a contestar el teléfono en casa y en la oficina, a las horas normales para estar en casa y para trabajar en la oficina, logremos recuperar la cordura.

Esto sucedia en el 99

El comercio de niñas y niños es una de las actividades más rentables de las organizaciones de traficantes que actúan al amparo de su increíble poder económico. NIÑOS PARA LA VENTA Cualquier niña o niño podría caer bajo sus garras. Ni siquiera es necesario que sea un pequeño abandonado, sino simplemente alguien que carezca de formación y criterio suficientes para defenderse de las maniobras de reclutamiento creadas por el crimen organizado. Promesas de una vida mejor, de un estatus social atractivo, de una aventura prohibida y quizás de grandes beneficios económicos encandilan a pequeñas víctimas que ni siquiera imaginan el destino que les espera al ingresar a las redes de prostitución. Pero no sólo se utilizan estos métodos. También, y cada vez con mayor frecuencia, se practica el secuestro para engrosar las masas de niñas y niños que se destinarán como carne de matadero a satisfacer los instintos de millones de hombres ávidos de sexo y pornografía. Si esto sucediera en estratos sociales de cierto nivel, el escándalo no hubiera dejado que fructificara el negocio. Pero las víctimas son por lo general niñas y niños de escasos recursos, provenientes de familias que apenas tienen cómo subsistir, hijos de padres que no cuentan con los contactos indispensables para que las autoridades respondan a sus llamados de auxilio y que, por lo general, desconocen los alcances de la ley porque apenas pueden leer y escribir. Esto sucede en todos los países del tercer mundo, pero en los últimos años Guatemala ha adquirido un deshonroso sitio entre los que presentan mayor incidencia de tráfico de menores y pornografía infantil. ¿Por qué? No cabe duda de que para encontrar una explicación plausible a esta inconcebible situación, es indispensable profundizar en las condiciones en que vive la mayoría de los habitantes de las áreas marginales, rodeados de miseria e insertos en un contexto en el que se disputan el territorio el tráfico de drogas, el contrabando, la prostitución y el latrocinio. Y en el que, para terminar de rematar el cuadro, no existe un mínimo de asistencia educativa ni de seguridad para la población menor de quince años, que sufre con mayor fuerza el embate de las bandas organizadas. La prostitución infantil no es un fenómeno aislado del panorama general de la criminalidad. No es una actividad independiente, sino que representa un macabro “side line” del negocio en el que se disputan el liderazgo el tráfico de drogas, el secuestro y el robo de vehículos. Por lo tanto, para combatirlo y acabar con esta lacra, es preciso tener la voluntad de acabar también con aquello que le proporciona recursos y oxígeno, y de paso aplastar las férreas estructuras del tráfico de influencias que ha constituido uno de los peores escollos para alcanzar el desarrollo en nuestros mal administrados países. Ya no es cuestión de que las niñas y niños son el futuro de la patria. Eso quedó atrás cuando se convirtieron en algo más cercano a la esperanza de supervivencia de la democracia misma.

Otra de esas que permanecen en un album olvidado

domingo, 19 de agosto de 2007

Hoy estuve viendo fotos antiguas

Y a proposito de las elecciones...

Niños y candidatos Otro eslabón de una interminable cadena de políticos ávidos de alimentar sus ambiciones con las terribles carencias de la gente. Hay temas que jamás se tocan en una campaña y otros que, si los políticos tuvieran una pizca de vergüenza, jamás deberían abordar si no tienen la voluntad de trabajar en ellos una vez asumido el cargo. Uno de éstos es el de la infraestructura escolar y de salud. Apenas ayer, escondido entre cientos de mensajes-basura que entran a mi correo electrónico, llegó uno que reproducía noticias del interior del país. En él se menciona específicamente el lamentable estado de algunas escuelas como la de San Juan Atitán, Huehuetenango, la cual se encuentra a punto de colapsar por el deterioro ocasionado por las lluvias, más una falla en el terreno donde se encuentra. De ahí, dicen, evacuaron a más de 500 alumnos. Y continúa la nota describiendo el desastre de otros establecimientos escolares a punto de hundirse bajo el peso de sus paredes húmedas, sus grietas nunca reparadas, la desidia de los gobiernos que se alternan en el poder que sólo dan más a quienes más tienen, olvidando que el piso se les hundirá –igual que las escuelas- por la peligrosa presión de la injusticia social. Los candidatos no parecen darse cuenta del impacto negativo que causa su actitud triunfalista, sus besos en las mejillas de niños hambrientos, las palmadas en la espalda de los caciques de pueblo y sus caminatas blindadas de guardaespaldas armados hasta los dientes, mientras se caen las escuelas. Todos los presidentes de los últimos veinte años han pasado por lo mismo y ninguno, ni siquiera aquellos aparentemente comprometidos con el rescate de la patria y las obras sociales, los derechos humanos o la lucha por consolidar la tan manoseada y nunca vista democracia, han movido un dedo por cambiar de raíz la miseria en la cual se desenvuelve el trabajo de los maestros y donde mueren las esperanzas de miles de niños. Sin embargo, han cerrado los ojos cuando sus huestes vacían las arcas nacionales, han autorizado transferencias obscenas de dinero a un ejército cuya razón de existir es un tema pendiente de discusión nacional, voltean la cara para no comprometer su lealtad hacia una clase poderosa que continúa evadiendo impuestos, pero niegan recursos a los programas de salud sexual y reproductiva, a los planes de construcción y reparación de escuelas y de centros de salud, así como a todo aquello que represente un paso adelante en el desarrollo general de la nación. Por eso es repugnante verlos repartiendo besos a diestra y siniestra. Porque es una escena repetida, absurda y barata, ofensiva para quienes, como esos niños de San Juan Atitán, Huehuetenango, perderán su escuela y se quedarán sin nada.

domingo, 13 de mayo de 2007

Ahora que aprendi


No tenía idea de cómo subir imágenes. Pero aprendí, como aprendí a hacer un blog -no conocía ni siquiera el término hace un par de años- y como aprendí a usar los misteriosos recursos de mi Treo 650. Pero eso no es lo más importante. Mi convicción de tener un espacio para mi propio placer, eso sí es importante. Aquí podré compartir (conmigo misma, si es que nadie descubre dónde estoy) lo que nunca escribí, lo que nunca dije por no ofender la acentuada sensibilidad de mis vecinos de planeta.
Ya veremos...

Mientras tanto, otra imagen de las que tanto me gustan. El volcán Osorno, de nuestro último viaje al sur de Chile.

Carolina 2006

Presentacion anterior

Mi absoluta ineficacia para utilizar adecuadamente y con suficiente certeza todos los recursos del blog, me hicieron perderme en un laberinto de links e instrucciones que me dejaron totalmente idiotizada. Eso significa que sin duda he dejado dos blogs en el universo informático, uno de los cuales se quedará en ese limbo (perdón, Benedicto, pero para mí aún existe esa masa nubosa de forma indefinida) de donde no creo poder recuperarlo. Así es que ahora que me decidí a darle vida al otro, copiaré una breve presentación que hice para mi primera aventura blogística. El título de este blog es el mismo que ha llevado mi columna de opinión durante más de quince años. Sin embargo, mi ejercicio del periodismo escrito ha llegado ya al cuarto de siglo, representando la actividad central de mi vida y el canal a través del cual he expresado con mayor claridad mi pensamiento. Hoy he decidido lanzar palabras a esta intrincada red informática la cual, vista desde mi perspectiva, parece un laberinto lleno de sorpresas y de vericuetos oscuros. Pero ahí voy y espero tener la suficiente paciencia y entereza para mantener y acrecentar esta oportunidad de comunicación. Al fin y al cabo, se me brinda gracias a esa misma tecnología que ha entrado solapadamente y sin esfuerzo en mi escritorio y en mi vida para darme las herramientas que necesito en función de un trabajo que traspasa a diario todas las fronteras físicas. En este blog publicaré artículos sobre los temas más dispares. Muchos de ellos, anclados en la realidad que nos rodea en América Latina, pero impregnados de una casi ridícula esperanza de cambio. Otros más lúcidos, simplemente describen el mundo pequeño de la corrupción y la mediocridad que se ha entronizado en estas repúblicas de tercero y cuarto mundos. En cualquier caso, espero recibir comentarios y quizás entablar uno de esos diálogos abiertos provocados por el intercambio de ideas entre seres humanos que no siempre tienen que coincidir en todo.

Mi derecho a no estar

Este ha sido uno de los artículos más lúcidos que escribí en 1999, hace ya un tiempo prudente como para releerlo... 05/07/1999 No sólo hemos perdido parte del espacio vital, sino estamos siendo invadidos por aparatos que ponen en serio peligro nuestro derecho a la privacidad. Al principio fue el teléfono. El desquiciante riiing riiing, insistente e impositivo, nos obligaba a contestar aunque no quisiéramos, porque quizás era urgente aunque en el fondo sabíamos que lo más probable es que se tratara de una llamada sin importancia y sólo nos quitaría tiempo. Ahora ya no es únicamente el teléfono. Es el localizador electrónico que suena todo el día y, cuando no lo estamos oyendo, de todos modos sabemos que ya debe tener una larga fila de mensajes en espera de respuesta. Y además el celular nos persigue porque se lo permitimos. El aparatito que al principio, cuando comenzó la moda, nos daba estatus, porque… ¡no tener uno era inconcebible!, ahora nos condiciona la vida entera. Si damos el número, en el fondo sabemos que nos comprometemos a estar localizables las veinticuatro horas del día para cualquier insignificancia que se le antoje al depositario de tal desproporcionada muestra de confianza. Si no lo damos, al menos otorgamos el privilegio de ser localizados a través del biper como una concesión de segunda categoría, o al número directo de la oficina que, a estas alturas de la intimidad comunicacional, a nadie le parece interesante. Pero la cosa no se detiene ahí. También está la sutil intromisión del correo electrónico, el cual ya tenemos en casa y en la oficina porque hay que revisarlo con suficiente frecuencia para que no se nos vaya a escapar ni un solo mensaje, pese a que ya nos han incluído en listados de información sobre compras de helicópteros franceses por Internet, en otras ofreciendo información sobre la legislación de los esquimales y alguno con noticias frescas de la asociación de pescadores con arpón. No quiero decir con esto que el correo electrónico sea malo, en absoluto. Reconozco que nos permite mantenernos en contacto con mucha gente a la que no le escribíamos desde que dejó de funcionar el correo, y eso ya nos remonta a la prehistoria. Es, simplemente, que el email se ha transformado en una peligrosa dependencia comunicacional más a la cual tendremos que encontrarle pronto el antídoto, antes de ser engullidos por completo. Ahora resulta que ha salido al mercado un servicio nuevo, con todo este hermoso abanico de comunico-condicionantes en un solo flamante paquete de alta tecnología. Así, nos pondremos a la punta de la vanguardia –aunque aún no tengo una idea muy clara de para qué queremos estar en esos superpoblados extremos del espectro- y podremos recibir mensajes de biper, correo electrónico y teléfono celular y encima, contestar a todos los que nos llaman, conocidos o desconocidos, simplemente accionando un diminuto teclado incluído en el mismo mágico aparatito. ¿No será mejor comenzar a recuperar el espacio privado y simplemente dosificarnos, como lo hacíamos cuando la fiebre llegaba a un nivel normal de dependencia? Quizás si volvemos a contestar el teléfono en casa y en la oficina, a las horas normales para estar en casa y para trabajar en la oficina, logremos recuperar la cordura.

Mirada retrospectiva

¿Recuerdan lo que sucedía en diciembre de 2003, después de las elecciones generales? Echen una miradita al panorama de entonces y vean cuánto se parece al actual. Las imágenes de 2003 son un resumen de los desafíos de 2004 Es de suponer que la segunda vuelta transcurrió en calma y que ya comenzó la cuenta regresiva para la transmisión de mando (escribí esto el sábado a mediodía). Hoy ya hay nuevo presidente. Algunos estarán deprimidos, otros muy felices, pero lo importante es que Portillo y el FRG se alejan, transformándose en un lunar más de la negra historia nacional de la corrupción y el abuso. Durante estos días la prensa se ha dedicado a resumir en imágenes y breves reseñas lo más importante del año que termina. Ahí hemos podido ver reflejada la violencia imparable contra las mujeres, contra la sociedad civil, contra el estado de Derecho, contra la niñez y contra los derechos humanos en general. También ha quedado impreso el ambiente de tensión internacional, la guerra en Irak y las estratagemas de Bush para apoderarse del mundo, mientras Europa trata en vano de alcanzar un protagonismo digno de su antigua reputación de continente colonialista. Pero además de lo que hace el hombre contra sí mismo y sus semejantes, es profundamente preocupante el daño irreparable que le está ocasionando al ambiente en que vive, al planeta que alguna vez fue verde y ahora luce desértico y agotado. Dicen que los grandes avances de la Humanidad están hechos de pequeños pasos. Por eso es de vital importancia que el gobierno que asumirá el 14 de enero comprenda que sus acciones, aunque parezcan insignificantes dentro del contexto mundial, tienen un impacto decisivo en el corto y mediano plazo sobre la calidad de vida y las perspectivas futuras de este país. De ahí que es imperioso llamar la atención de los futuros funcionarios para que analicen cuidadosamente y con un criterio absolutamente apegado al interés nacional, todos los contratos, acuerdos y tratados en que se haya comprometido al Estado durante los últimos cuatro años, ya que muchos de ellos, si no la mayoría –como los contratos de exploración petrolera- son una condena a muerte para las posibilidades futuras de Guatemala y sus habitantes. Siempre creí que la vocación de esta tierra maravillosa está en el turismo, en el cultivo de bosques y en la exportación de productos de alta calidad como las flores, las artesanías, el café y las hortalizas, entre muchos otros. Su desarrollo económico y social, por lo tanto, depende de una visión integral de su potencial agrícola, industrial y comercial pero no con una perspectiva segmentada para favorecer a pequeños grupos de poder, sino con políticas incluyentes que permitan a los futuros gobernantes cumplir promesas en las cuales probablemente nunca creyeron. elquinto@intelnet.net.gt

Estoy de regreso...

No imaginé cuán personal es la creación de un blog hasta que recorrí muchos de ellos en toda la red. Al final de cuentas, es una especie de conversación multitudinaria en diferido... Nadie -o muy pocos- se conoce, pero todos intentan comunicarse y el resultado es una inmensa torre de Babel en cualquier idioma, con toda la diversidad de conceptos, ideologias y humores posibles. ¡Excitante! Iré desgranando algunos de mis antiguos artículos. Quise condensarlos en una especie de libro, hasta que me dí cuenta de que eso no sería más que un plagio de mí misma y una fenomenal oda al ego. No sé todavía si he renunciado al ego o a la idea del libro, pero sin duda lo dejaré para más adelante, cuando esté verdaderamente aburrida de leer mis propios pensamientos. Hoy exploraré en mis archivos y sacaré algunas cosas de entre mis cachivaches...