sábado, 20 de diciembre de 2008

Tania

Hace ya varias décadas, nació mi única hija. Los recuerdos de ese momento, todavía guardados en un cofre, son un punto de comparación. Tania nació rápido, sin trauma, como si su llegada a este mundo fuera uno más de sus gestos naturales y desenfadados. La recuerdo pequeñita y rosada. Nunca tuve inclinaciones maternales, pero ella me llegó al corazón de inmediato con su risa fácil y sus increíbles arrebatos de rebeldia contra mis absurdos pruritos de orden, limpieza y disciplina. Esta remembranza tan personal es un pequeño permiso que me doy porque hoy es su cumpleaños y, simplemente, quise dármelo. Pero también me sirve para echar un vistazo al ayer, a esa época cuando vivíamos en un Chile estructurado y pacífico, pero a un tris de convertirse en uno de los ejemplos más dramáticos de la lucha política y de los límites a los cuales puede llegar una sociedad cuando la dividen las ideologías. Tania no tenía ideología, por supuesto que no. A ella la regían sus impulsos naturales, su curiosidad insaciable y esa energía que todavía es una de sus marcas de identidad. Aún así, sin vela en ese entierro masivo en el cual se convirtió el Chile pinochetista, la pobre niña soportó de todo con una cierta dosis de humor: los bombardeos en el centro de Santiago, la caminata que duró casi todo un día en medio del caos y el miedo para refugiarnos en la casa de unos amigos al otro lado de la ciudad y después, viajes y mudanzas, todo un trastorno para la vida de una niña que apenas comenzaba a asomarse al mundo aferrada con determinación a su muñeca, la “pelona”. Hoy, con la vida colmada por su propia familia, Tania surge como una mujer de una madurez excepcional y una generosidad de espíritu que no tiene límites. Desde lejos –porque ni siquiera dudó de trasladarse a vivir a otro país cuando se intensificaron los problemas de violencia en Guatemala- transmite la fuerza fantástica de su personalidad, compleja y simple a la vez pero siempre rica y reconfortante. Es importante aclarar que Tania no es una mujer fuera de lo común. Es, simplemente, una mujer con todas las cualidades indispensables para llevar las riendas de un hogar funcional y enriquecedor, capaz de reservar su tiempo para crecer y ser mejor. Eso es lo que hoy le celebro, esa es la razón de esta inusual apertura de los ámbitos cerrados de mis recuerdos. En cierto modo me alegra que sus primeros años de vida hayan sido una prueba difícil, con una madre dividida entre darle una buena vida y construir un cierto futuro. Creo que al fin de cuentas algo de eso resultó bien y Tania es hoy quien es, consciente de su fuerza interior y capaz de repartir sus tesoros internos entre quienes la rodean. Creo que debería decir ¡misión cumplida! pero prefiero, en este caso, decir ¡feliz cumpleaños, ranita!